HISTORIA DE LA SVD EN MÉXICO

Los primeros pasos en México 1962

 

Correspondiendo a las orientaciones del P. General Juan Schütte, el P. Andrés Rentka escribía en 1962 al generalato SVD solicitando misioneros dispuestos a trabajar para la pastoral vocacional en México. Pocos meses después llegaban, en el mes de junio, los PP. Andrés Rentka y Wilbert Wagner a México. Los dos misioneros verbitas buscaron adentrarse en el aprendizaje del idioma y la comprensión de la cultura desde el Centro de Investigaciones Culturales fundado por Mons. Ivan Illich en el estado de Morelos.

Tras un breve período de aprendizaje y apoyados por Mons. Sergio Méndez Arceo, entonces Obispo de Cuernavaca, El P. Andrés comenzó con los primeros trabajos pastorales en Emiliano Zapata, Morelos, por enero de 1963. Entre tanto, el P. Wilbert comenzó a tratar, en Guadalajara, Jalisco, el proyecto de la fundación del Seminario del Verbo Divino.

Para Marzo de 1963 llega al país el P. Lorenzo Wagner, hermano de Wilbert. Después de una breve estadía en Morelos y tras la compra de la primera propiedad en el sector de Lomas Altas, Lomas del Valle en Guadalajara, Jalisco, el P. Lorenzo se traslada a la capital tapatía para acondicionar la casa que prácti-camente estaba fuera del plano urbano de la ciudad y que estaría destinada para el seminario.

Para octubre del mismo año llega el P. Manuel Myvett, originario de Belice, para trabajar en la promoción vocacional, objetivo primario de la nueva visión verbita. También llega el P. José Marx, alemán que acompañará por un par de años al P. Andrés en Morelos.

De cara a los acelerados trabajos en la construcción del seminario y a los esfuerzos promocionales, se solicitó a la curia general el envío de más personal. De esta manera llegan en 1964 los PP. Pablo Kuhl, norteamericano que había trabajado en Roma; Pedro Kranewitter, argentino venido de las misiones en Filipinas, y German Schöenfeld también de Argentina.

La llegada de los tres aligeró los esfuerzos de los dos verbitas en Guadalajara. Por su parte, Kranewitter y Schöenfeld, además de las labores encomendadas en el seminario, se encargaron de las capillas de Nuestra Señora de la salud, San Martín de Porres y Francisco Javier de las Colinas que ya atendían los PP. Lorenzo Wagner y Manuel Myvett.

Finalmente, en agosto de 1964 se abrió el Seminario del Verbo Divino dedicado a la Inmaculada Concepción de María. El curso se inició con 6 estudiantes y pronto se sumarían más.

A mediados de 1965 llega el P. Francisco Hagemeier, alemán que había trabajado durante 16 años en España. Es enviado a Guadalajara para sustituir al P. Schöenfeld como prefecto de estudiantes, que en aquel momento había aumentado a 13 muchachos.

 

1966 trae consigo tres nuevos verbitas a México, el P. Cornelio Buijs, holandés que se une a la misión en Zapata; el P. Lorenzo Sammon, destinado para colaborar en Guadalajara; y el P. Luis Oggier quien, junto al P. Schöenfeld, asumen el trabajo pastoral de la capilla La Ascensión del Señor en la colonia Romero de Terreros, Coyoacán, Ciudad de México. Un año más tarde, en 1967 se sumará al equipo de la Asención el P. Juan Ledwidge, irlandés venido de Argentina.
Para 1968 los verbitas en México eran 13 sacerdotes y 2 hermanos: Daniel Yunck y Deogracias Aguilar, primer verbita mexicano pero formado en Estados Unidos. En el seminario misional de Guadalajara había entonces 34 alumnos.

Durante el 68, Juan Ledwige se traslada a Copilco, el bajo, para atender la capilla del Sagrado Corazón de Jesús y el P. Francisco Hagemeier se traslada a la Ciudad de México para ayudar como vicario por año y medio en la parroquia alemana, hoy parroquia de Santo Tomás Moro.

 

En 1969 el P. Jorge Barón llega para asumir la vice-rectoría del seminario de Guadalajara y en 1970, de Alemania, el P. Jorge Rossman, quien tras un breve tiempo en la Ascensión, es destinado a la misión en Zapata. También llegan los PP. Guillermo Bonner, de Filadelfia y el alemán Teodoro Nöete.

La década de los 70 inicia con la colocación de la primera piedra para la construcción del Templo de la Ascensión del Señor y el inicio de un nuevo campo de misión entre los otomíes. El P. Francisco Hagemeier es el primero en ir a Progreso, Hidalgo, y después a Lagunilla, en el Valle del Mezquital de la diócesis de Tula.
Hasta la década de los años 70, a juzgar por los datos del archivo de la provincia, fueron años de una importante creatividad misionera cargada de esperanzas y confianza en el Señor.

Cuenta de ello da, por ejemplo, el desarrollo pastoral y social de la parroquia de San Francisco en Zapata, Morelos, con sus capillas y la promoción de la “Asociación Agrícola de Ahorro y Préstamo” que favoreció la producción y comercialización del arroz de la región.

Otros trabajos de no menor envergadura, fueron el desarrollo de la procura misional y el proyecto de un seminario misional; este último tuvo en sus inicios que enfrentar el contexto eclesial local que no veía con tanta claridad, en ese momento, la importancia de la misión universal.

 

Por otra parte, los esfuerzos del P. Mayvett por estructurar una pastoral vocacional alegre y entusiasta encontraron acogida con el obispo auxiliar de Zamora, Don José Salazar. La entusiasta promoción por diversas regiones del país llevó a que Cardenal Garibi, convencido del trabajo del P. Mayvett, lo llamara para colaborar en la formación del Centro de Vocaciones de la Arquidiócesis de Guadalajara.

A pesar de este valioso esfuerzo, hay que reconocer que sin duda uno de los mayores servicios del P. Manuel Mayvett fue la promoción de los laicos misioneros, que formarían más tarde el movimiento de los Misioneros Auxiliares del Verbo Divino (MAVD).

Del seminario a las capillas de Guadalajara; un poco después, a la Ciudad de México para construir y dinamizar la Ascensión del Señor con una pastoral estructurada y participativa; desde ahí a lo que es hoy la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en Copilco el bajo y a la rectoría de San Marcos, en el pedregal de Santo Domingo, cuando aún no era tal ni contaba con templo, pero sí un grupo socialmente marginado que atender.

Por último, las iniciativas misioneras del P. Hagemeier entre los otomíes, y después del P. Nöete entre los zapotecos, marcaron un hilo conductor para la provincia que hoy leemos como parte de nuestras opciones misio-neras fundamentales entre los pueblos originarios.

El patrimonio histórico de la provincia está seguramente más presente en aquéllos que pudieron tener contacto con nuestros cohermanos arriba mencionados; pero hemos querido, en estos sencillos párrafos, recordar con sencillez y con las limitaciones del tiempo transcurrido, a nuestros cohermanos que hicieron posible el nacimiento de la provincia SVD de México.