“Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.”
Lucas 21, 28
El Adviento es un tiempo de alegre esperanza ante la venida del Señor Jesús, en esta Navidad y en su segunda venida al fin de los tiempos.
Ven, Señor Jesús
Vivimos en tiempos de muchas dificultades por la pandemia, son tiempos de muchos sufrimientos para las familias y la derrota de la vida se manifiesta en las crisis de la humanidad por el odio, la indiferencia y la violencia. Jesús nos responde: ánimo, levántense, ¡serán libres! ¿Porqué? Precisamente en los momentos en que todo parece acabado, Jesús viene a levantarnos y nos anima a esperarlo con alegría en las crisis de la vida y en los dramas de la historia; nos ha prometido: Yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo.
Esperanza y alegría
Nuestro Fundador San Arnoldo Janssen SVD nos afirma: “«El Señor desafía nuestra fe a realizar algo nuevo, precisamente cuando tantas cosas se están derrumbado en la Iglesia.» No seamos mediocres y temerosos, vivamos el espíritu de Jesús que nos dice constantemente “no temas”, “no tengas miedo.” Nos acompaña y nos anima para seguir con confianza en nuestra vida y misión, en la familia y en el trabajo construyendo día a día su Reino de paz y verdad.
Levantar la cabeza
¿Qué me impide levantar mi cabeza y ser libre? Son las mediocridades que me paralizan, los vicios que me aplastan contra el suelo y me impiden levantar la cabeza. En vez de dejarnos aplastar, debemos quitar las cargas que pesan sobre los hombros de mis hermanos y hermanas, sobre todo de los más vulnerables y pequeños. La pereza y la tristeza nos quitan la alegría de vivir y las ganas de levantarnos para ser solidarios con los más. Como misioneros y misioneras nos dejamos orientar diariamente por la vida de Jesús que nos interroga y desafía.
La luz en el corazón
La oración mantiene encendida la lámpara del corazón. La Palabra de Dios nos ilumina, el compartir del Evangelio nos levanta y nos hace más hermanos y hermanas. En la oración nos unimos al espíritu de Jesús y nuestro corazón no se enfría. Nos ponemos en camino con entusiasmo, sabiendo que Jesús nos acompaña y nos cuida: su nombre es Immanuel – Dios con nosotros.